LA PALMA: lágrimas de fuego e impotencia.

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La Palma llevaba días advirtiendo desde sus entrañas que algo se iba a producir. Más de 25.000 movimientos sísmicos, enjambres, alertaban a la comunidad científica y daban la voz de alarma, con prudencia, que estábamos ante una posible erupción.

El domingo 19 de septiembre, a las 15,12 horas un humo negro abrió la boca de lo que ahora es un volcán, de momento sin nombre, pero que si bien no ha causado daños personales sí se ha llevado por delante el trabajo de todo una vida: casas, con lo que conlleva de sentimientos, olores, colores, sabores, alegrías, risas, llantos, sonidos, silencios, horas de tertulias…eso, de momento, no volverá.

La Palma, la isla bonita, la de la Caldera de Taburiente, la del mirador de la Cumbrecita, la de la cascada de colores, la del charco Verde, la del parque nacional de la Cumbre Vieja, la del Volcán S. Antonio, Volcán de S. Juan, de Teneguía, de la de las salinas de Fuencaliente, la del carnaval de los indianos, la del Roque de los Muchachos, la del mejor cielo del mundo, la de la bajada de Ntra Sra de la Nieves que se celebra cada cinco años, los terminados en 0 o en 5, la de la danza de los enanos, la del carro alegórico y triunfal, la del Minué, y tantas otras bellezas que se llenaría un libro. Esa isla de La Palma, hoy, llora fuego e impotencia.

El volcán erupcionó el pasado domingo y desde ese día no ha dejado de ir asolando lo que encontraba a su paso. Como se sabe se han ido evacuando a los habitantes cercanos al foco volcánico para evitar, como digo, desgracias personales.

Las imágenes son de autentico pavor. Una de las personas entrevistadas acaba de decir que «no quiero volver a esa tierra del infierno, no quiero que mis hijos jueguen donde yo jugué, no quiero, no quiero», «toda la vida se ha quedado encerrada despues de pasar la llave y salir evacuada» «de todas maneras detrás del fuego del volcán hay esperanza» Tal vez el tiempo apacigue la tensión del momento y todo quede en el nerviosismo creado por la situación.

De toda la tragedia sale un aprendizaje: la SOLIDARIDAD DEL PUEBLO CANARIO. No es nada nuevo, los canarios somos sensibles por naturaleza. Hemos sufrido mucho, perdón, nuestros antepasados han pasado muchas calamidades y entre todos salieron adelante. Unos emigrando y mandando dinero, otros sacando de la tierra todo lo que ella daba, esto se ha quedado en nuestro ADN. Y desde el minuto uno la avalancha de ayudas ha desbordado todas las previsiones, desde ropas, comidas hasta lugares donde pasar esta tragedia. La marea de calor humano sobrepasa a la del volcán.

El mayor deseo es que la lava se pare ya. Que lo asolado por la lava se quede para la historia como una pesadilla que nunca se debió producir, pero que ante la fuerza de la naturaleza lo que procede es mirar hacia delante con esperanza.

Y esa esperanza debe llegar rápido. Los evacuados que han perdido su hogar, sus tierras, sus lugares de trabajo, sus lugares por donde caminaban, por donde se oían a los niños correr por sus calles cuando iban a sus colegios, a los turistas tomando una cerveza en sus bares, etc, no pueden, ni deben estar pendientes de las competencias administrativas, ya sean políticas o ya sean privadas. Sé que, desde el primer momento esa es la intención de los gobiernos locales, autonómicos, nacional y la CE, pero que sea efectiva y no se quede en el camino.

La vida, inevitablemente, debe seguir. Lo hará en otros lugares, con otros olores, con otros colores, con otros vecinos, con otras vistas diferentes a las que tenían al abrir, cada mañana, las ventanas, pero con la alegría de estar vivos, de no estar bajo la «maldita lava» que ha arrasado una tierra fértil, unas esperanzas de futuro…

La Palma, la isla BONITA, volverá a recuperar la respiración, ahora cortada, y oirá las voces, las risas, los cantos…

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